El impacto del nearshoring en México entre 2020 y 2024
La pandemia de 2020 marcó un punto de inflexión en la configuración de las cadenas globales de suministro. La disrupción logística y la excesiva dependencia de Asia obligaron a muchas empresas a replantear sus estrategias productivas y colocaron a México, de manera estratégica, en el mapa de la relocalización de operaciones. A ello se sumaron ventajas estructurales como su cercanía geográfica con Estados Unidos, su amplia red de tratados comerciales y su trayectoria consolidada como centro manufacturero regional. Este fenómeno, conocido como nearshoring, generó grandes expectativas sobre el fortalecimiento económico del país y fue percibido como una oportunidad histórica para atraer inversión y consolidar el papel de México en el comercio internacional.
Cuatro años después, el balance es matizado. En términos macroeconómicos, el PIB mexicano experimentó una caída de 8.4%, seguida por un rebote de 6% en 2021 y de tasas más moderadas del 3.7% en 2022, 3.3% en 2023 y 1.5% en 2024. Aunque el Banco de México había elevado sus expectativas de crecimiento para este último año de 2.1% a 3%, impulsado en gran medida por el optimismo en torno al nearshoring, el resultado efectivo quedó muy por debajo de lo previsto. Esto confirmó que, al menos hasta ahora, el fenómeno no ha logrado consolidarse como un verdadero motor sostenido de expansión económica.
En el plano sectorial y regional, el impacto ha sido desigual. Estados como Nuevo León, Ciudad de México, Aguascalientes y la región del Bajío han captado la mayor parte de la inversión extranjera directa, y se han beneficiado de infraestructura sólida, capital humano calificado y una integración logística favorable con Estados Unidos. En contraste, entidades del sur como Veracruz o Oaxaca han recibido menores flujos de capital, lo que revela una asimetría territorial que sigue pendiente de atención. Sectores como el inmobiliario industrial han experimentado un auge sin precedentes: durante los primeros nueve meses de 2023 la inversión superó los 15 mil millones de dólares, con un crecimiento del 47% respecto al año anterior y niveles de ocupación cercanos al 97%. Sin embargo, a partir de finales de ese año se observó una desaceleración que confirmó que la llegada de capitales no garantiza, por sí misma, un flujo sostenido de inversión en el tiempo.
El nearshoring, más que una solución automática, es un fenómeno condicionado por diversos factores estructurales que en México siguen representando desafíos. La seguridad, los cuellos de botella energéticos, la escasez de agua en regiones industriales críticas, la falta de personal técnico especializado y la incertidumbre regulatoria son elementos que limitan la competitividad y generan cautela entre los inversionistas. Además, a estos retos internos se suman las tensiones comerciales internacionales, los posibles cambios en la política económica de Estados Unidos y la futura revisión del T-MEC, que podrían alterar las condiciones de estabilidad necesarias para aprovechar plenamente esta coyuntura.
Aún con estas limitaciones, el nearshoring ha colocado a México en el radar global y ha abierto oportunidades concretas en sectores estratégicos. Distintos análisis coinciden en que el impacto más significativo de este fenómeno aún está por materializarse. De acuerdo con el Banco de México, solo el 12.9% de las empresas reportaron beneficios directos derivados del nearshoring entre 2023 y 2024, pero más del 40% espera que el verdadero impulso se manifieste entre 2026 y 2030. Esta perspectiva coincide con las proyecciones de expansión en industrias clave, el desarrollo de nuevos polos industriales y la consolidación de encadenamientos productivos locales que reduzcan la dependencia de insumos externos.
El nearshoring representa para México tanto una ventana de oportunidad como una prueba de su capacidad institucional y estructural. Pero, para que este fenómeno sea un verdadero motor de desarrollo, es necesario atender de manera prioritaria los retos en infraestructura energética e hídrica, fortalecer el capital humano con programas de capacitación y educación técnica, ofrecer mayor certidumbre jurídica y generar condiciones de seguridad que den confianza a la inversión.
El futuro de estrategia no depende únicamente del traslado de operaciones hacia nuestro país, sino de su capacidad para traducir este momento en un proyecto sostenido de crecimiento y competitividad de largo plazo. El periodo comprendido entre 2025 y 2030 será decisivo para determinar si México consolida su papel como hub internacional regional o si, por el contrario, la oportunidad se diluye frente a la competencia de otros destinos emergentes.
