Arquitectura regenerativa: una oportunidad inadvertida

En los últimos años, en el sector inmobiliario se ha empezado a acuñar el término de arquitectura regenerativa para describir aquellos desarrollos que no solo reducen su huella de carbono, sino que generan un efecto positivo en los ecosistemas y en las comunidades donde se ubican. A diferencia de una edificación sostenible, que se limita a disminuir la cantidad de recursos utilizados, una edificación regenerativa debe tener un impacto ambiental y social positivo a lo largo de todo su ciclo de vida.

Cada vez más inversionistas buscan proyectos capaces de combinar eficiencia operativa con un impacto positivo medible. La arquitectura regenerativa comienza a cumplir con ambos criterios, explica Mónica Ajarrista, Chief Investment Officer de Addem Capital.

El enfoque de la arquitectura regenerativa parte de principios que integran profundamente las edificaciones con su entorno natural, lo que se refleja en el uso de materiales reciclados, biodegradables o de bajo impacto a los ecosistemas, pero también exige dejar atrás tecnologías obsoletas y adoptar soluciones que optimicen el uso de recursos o permitan una autosuficiencia limpia. Un ejemplo de ello es la incorporación de sistemas para generar electricidad a partir de fuentes renovables.

Un componente esencial de este enfoque es el diseño bioclimático, que aprovecha los recursos naturales del entorno para reducir la dependencia de sistemas artificiales. La correcta orientación de un edificio, por ejemplo, puede favorecer la ventilación cruzada y maximizar la entrada de luz natural, disminuyendo así el uso de iluminación eléctrica y climatización. 

Además, estas edificaciones suelen incorporar infraestructura verde: techos vivos, jardines verticales, sistemas de captación de agua pluvial, plantas de tratamiento de aguas grises, entre otros elementos que no solo reducen el consumo de recursos, sino que fomentan activamente la biodiversidad y regeneran los ecosistemas locales. Bajo esta visión, los inmuebles dejan de ser elementos pasivos del entorno y se convierten en agentes activos de regeneración, capaces de generar más de lo que consumen y aportar beneficios sostenidos.

En este contexto, certificaciones como LEED, BREEAM, EDGE, WELL y SITES validan que el uso de recursos en un inmueble es responsable. Sin embargo, ninguna de estas por sí sola garantiza que una edificación sea verdaderamente regenerativa. Entre ellas, SITES es la más cercana a este enfoque, ya que considera variables como la mejora de la biodiversidad y la integración del paisaje.

Aunque la adopción de estas prácticas avanza más rápidamente en Europa, en América Latina ya existen referentes de peso. Arquitectos como Tatiana Bilbao, en México, o Alejandro Aravena, en Chile, han apostado por modelos de desarrollo que priorizan la regeneración. Según un artículo de El Economista, México se encuentra en un proceso de transición, y se estima que en los próximos diez años al menos el 30 % del sector inmobiliario será, como mínimo, sostenible. Esto posiciona al país como un actor con proyectos pioneros en la región y un alto potencial de crecimiento.

Es una oportunidad emergente y prometedora para inversionistas institucionales en América Latina—, comenta Mónica– pues se alinea a retos globales, genera valor a largo plazo y responde a la demanda de los compradores de vivir en espacios más saludables.

Siguiente
Siguiente

Fintech Index: Relación entre el crecimiento de las economías y el desarrollo del sector fintech